El Viernes Santo se vivió con hondura e intensidad en la parroquia. Comenzamos por la mañana con la celebración del VIA CRUCIS. Guiado por José Mari R. Olaizola SJ, con la ayuda de Almudena y Gabriel, los tres nos fueron invitando a recorrer las estaciones evocando tantas situaciones que viven hoy jóvenes y adultos en nuestra sociedad. Temas como la pobreza, la violencia, las adicciones, la obsesión por la imagen, la falta de sentido… fueron ayudando a contemplar no solo la cruz de Jesús, sino las de este mundo.
A las 18,00h no cabía nadie más en la Iglesia para los oficios de la Pasión, y sin embargo el silencio era sepulcral. La celebración fue profunda, sentida y sobria, como requiere el día y lo contemplado. Cristóbal Jiménez SJ ayudado por Alvaro Zapata SJ fueron los encargados de ir guiando la liturgia, que comenzó en silencio, con ambos postrados en el suelo ante la cruz.
Las lecturas, especialmente el evangelio de Juan, leído a cuatro voces, permitieron ir contemplando la Pasión de Jesús. En su homilía, Cristóbal ayudó a vincular la muerte en cruz de Jesús con las heridas que todos tenemos y los fracasos que todos tenemos que afrontar alguna vez. En Jesús encontramos una respuesta y un abrazo salvador.
La oración universal nos permitió orar por tantas realidades de este mundo complejo. La desnuda cruz de madera permitió a todos los presentes acercarse para hacer un gesto de adoración, en el momento más contenido y significativo de la celebración. Los cantos del coro acompañaban, invitando a contemplar esa cruz. Tras la adoración, se fue a buscar la reserva y pudimos rezar el Padre Nuestro y comulgar, antes de despedirnos hasta el sábado.