Este sábado hemos tenido en la parroquia la celebración de la unción de enfermos comunitaria. Es un sacramento aún incomprendido en su belleza única. La celebración de la debilidad acompañada por la fortaleza de Dios, de la disminución en un mundo que hoy parece mitificar la fuerza y el vigor de la juventud. Ha sido una celebración muy bonita. Presidida por Pablo Guerrero, que invitó a celebrar con sentido y hondura este sacramento que nos invita a mirar con confianza a ese paso último que nos espera a todos.
Desde la parroquia queremos convertir este encuentro en una cita anual que esté llena de sentido. Que los mayores vengan acompañados de hijos y nietos. Que la familia, del mismo modo que va celebrando el crecimiento en la fe de los más pequeños, pueda celebrar también la asunción de la fragilidad y el desgaste que al final a todos nos llega, y asumir también la parte de enfermedad que de un modo u otro a todos nos ha de ir tocando, en nosotros y en aquellos a los que amamos.
Muchas personas de las que han participado se acercaban al final y comentaban que les hubiera gustado mucho que estuviera tal o cual persona y tal o cual familia, por lo bonito que resulta un momento así. Todos tenían alguien en quien pensaban especialmente. Y es que todos tenemos gente con la que compartir estos momentos. El año que viene, más.