El Sábado Santo lo comenzamos, por la mañana, con un precioso rato de oración contemplativa acompañando a María. Dirigido por Alvaro Zapata, SJ fuimos recorriendo el itinerario de María en esa jornada de duelo y silencio. Imaginando sus recuerdos, desde aquella lejana Anunciación a esta cercana Cruz. Confiando en el amor, esperando… Los cantos y oraciones marianas acompañaron toda la celebración.
Y ya por la noche, la Vigilia Pascual fue de nuevo ocasión para congregar a una enorme comunidad que quiso compartir la alegría de la Resurrección. Pablo Guerrero, SJ presidió una celebración que estuvo marcada por la participación de gente de todos los ámbitos de la parroquia. Desde la acogida y el reparto de las velas, al encendido posterior, las lecturas, peticiones, cantos, los monaguillos acompañando la aspersión con agua, todo sirvió para que fuera calando el mensaje esencial de la Vigilia: Ha resucitado.
¿Te imaginas que Dios te pasara la cuenta de todo lo que ha hecho por ti? ¿Tienen futuro los crucificados de este mundo? ¿Podemos alegrarnos por la alegría del otro?
Estas preguntas fueron jalonando la homilía en el día en que celebramos que Cristo ha resucitado. Se nos animó a alegrarnos con Cristo resucitado y a recibir su paz, recordándonos las palabras que están grabadas en el presbiterio de nuestra iglesia: nolite timere ego vici mundum… (no tengáis miedo, yo he vencido al mundo). Concluía la homilía con una invitación a que cada vez que miremos al Cristo crucificado de esta parroquia prestemos atención a esas palabras de Jesús y las tatuemos en nuestro corazón.
La muerte está vencida. No se le puede poner precio al amor. Lo que Dios en Jesús ha hecho por nosotros no hay modo de calcularlo.