La Compañía de Jesús en Madrid y Alcalá se juntó en la Iglesia de San Francisco de Borja para celebrar una eucaristía de acción de gracias por la vida de Francisco. En un templo abarrotado el provincial de España, Enric Puiggròss, acompañado por una treintena de concelebrantes jesuitas, quiso insistir en el legado que Francisco nos deja.
En su homilía, Enric habló del momento en que la elección de Jorge Mario Bergoglio nos sorprendió a tantos. Recalcó la existencia de un voto entre los jesuitas desde tiempos de San Ignacio para evitar nombramientos jerárquicos, pero al tiempo se preguntó qué nos ha querido decir Dios con esto, apuntando en su reflexión a la llamada a renovar siempre el «sentir con la Iglesia» tan ignaciano. Aludió también al contexto actual, tan polarizado, que impide en muchas ocasiones una lectura creyente de gestos que, leídos tan solo en clave ideológica, no pueden ser entendidos. «Hoy damos gracias por el testimonio de una persona que, ante todo, ha sido un enamorado de Cristo» -dijo-. Y concluyó con unas palabras dirigidas al propio Francisco: «Ahora, querido Jorge Mario, querido Santo Padre, te pedimos que reces por nosotros. Que intercedas por el pueblo que has liderado con tanta luz, que intenta seguir con el sueño de una Iglesia sinodal donde todos, todos, todos tengan cabida. Y que también dediques unos minutos a encomendar esta mínima Compañía para que siga fiel a lo que San Ignacio soñó. Que nuestro caminar sea de vuelta a nuestra Galilea para anunciar que Jesús es Señor y que todas las personas de este mundo están invitadas a participar en este banquete eterno; especialmente aquellas que están en los márgenes.»
La Eucaristía contó con la participación de muchas personas vinculadas a las distintas instituciones, para hacer las diferentes lecturas, peticiones… También el coro ignaciano, que se junta con gente de los distintos coros de las obras SJ, pudo acompañar la celebración.
Al final, las palabras de Francisco en «Dilexit Nos» fueron un precioso cierre para una celebración muy sentida en la que la emoción fue compartida por todos.
«Pido al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota incesantemente de su Corazón abierto. Bendito sea.»


























