Mirad el árbol de la cruz

Este Viernes Santo ha sido intenso y bonito en la parroquia. Desde muy temprano fue constante el flujo de personas que se acercaban a visitar el Monumento y hacer un momento de oración.

A las 12,00h la Iglesia se llenó de gente que se acercó a compartir el Via Crucis. José María R. Olaizola guió una propuesta que invitaba a tender puentes entre el Via Crucis de entonces y los nuestros de ahora. Las imágenes del artista alemán Sieger Köder acompañaron un recorrido que se fue haciendo a varias voces, con la ayuda de Agustín y Ania, del grupo de ministros, y Juan, del grupo de jóvenes. Por una parte, la contemplación de la estación. Por otra, la reflexión sobre las manos que, en ese camino, golpean o ayudan, condenan o alivian, se encuentran o clavan… Y por último, la mirada a nuestro presente como un espacio donde sigue ocurriendo lo mismo.

Por la tarde Pablo Guerrero presidió la celebración de la Pasión de Nuestro Señor. En una iglesia abarrotada en la que impresionaba el silencio, pudimos compartir la celebración. El cántico del Siervo estuvo preciosamente interpretado por Paula y Nacho. La lectura a cuatro voces de la Pasión resultó casi una contemplación. En su homilía, Pablo invitó a contemplar la cruz sin domesticarla, tratando de comprender el dolor que hay en ella. Citando a Juan Bautista Metz, habló de las cuatro pasiones que atraviesa Cristo en aquella primera Semana Santa. La pasión del dolor, la pasión del honor, la del corazón que se ve abandonado, y la terrible incertidumbre del aparente abandono de Dios. Y, con todo, muere confiando. Se nos invita a contemplar la cruz y dejar que Cristo nos mueva y nos conmueva…

Tras la Palabra, llegaba el momento más especial de la celebración, la adoración de la cruz. Una ocasión para caer en la cuenta de la invitación a tomarla en serio.

La comunión y la despedida, sobria, dejan ahora por delante la espera. Porque la muerte no puede tener la última palabra.

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