Feliz Pascua de Resurrección. Con enorme alegría y gratitud también nos adentramos en el tiempo litúrgico en que podemos celebrar la vida. Y lo hacemos tras una Semana Santa que ha sido preciosa, gracias a la colaboración de tantísimas personas que han aportado creatividad, ganas, servicio y presencia. Hemos podido prepararnos, desde el miércoles, con la celebración penitencial guiada por Vicente Pascual, que nos ayudó a compartir la mirada a la misericordia.
El Jueves Santo por la mañana el pregón pascual nos permitió asomarnos a 9 personajes ante la Pasión. Y así, estábamos preparados para celebrar la Cena del Señor el Jueves. José María R. Olaizola presidió una celebración en la que pudimos hacer memoria de la Ultima Cena.
Un enorme equipo de personas vinculadas a la parroquia, jesuitas, ministros, jóvenes, familias, y catequistas colaboraron para poder evocar de manera orante la cena del Señor.
La Hora Santa, guiada por el equipo de jóvenes, fue un momento de acompañar al Señor evocando el Huerto. Muchas personas llenaron el templo para poder compartir ese momento de silencio orante antes de la Pasión.
La mañana del Viernes Santo pudimos celebrar juntos el Via Crucis. Una mirada contemplativa al recorrido de Jesús, y al tiempo una evocación de tantas personas que siguen recorriendo hoy ese mismo camino. Fue un prólogo que nos ayudó a prepararnos para celebrar, en la tarde, la memoria de la Pasión de Jesús. Pablo Guerrero presidió una celebración en la que nos invitó a considerar en qué consiste la verdadera compasión cristiana, que va mucho más allá de una contemplación sin consecuencias. El cántico del Siervo de Yahvéh, la lectura de la Pasión, la adoración de la cruz… Todo ayudó a acompañar al Señor en su recorrido.
El Sábado Santo es tiempo de silencio, de espera de la Resurrección, y esa fue precisamente la invitación de la oración de la mañana. Acompañar a María que espera. Acompañar a tantos que esperan, y no dejarnos llevar ni por el dolor, ni por el miedo, ni por la desesperanza. Todo estaba ya listo para poder celebrar, por la noche, la Vigilia Pascual. Una celebración llena de detalles y símbolos. El fuego, la Palabra, el Agua, la Eucaristía. Cada uno de los momentos de la celebración se vivió con hondura y alegría. Los cantos acompañaron. El pregón pascual, que Paula e Ignacio cantaron con fuerza. Las letanías, los mantras con que se fue acompañando la historia de la salvación… Fonfo Alonso-Lasheras nos invitó, en la homilía, a vivir ya como personas resucitadas, y puso muchos ejemplos de gente que vive así, que transmite esa alegría profunda y necesaria.
De lo más bonito que hemos podido vivir estos días, sin duda, está la experiencia de comunidad. Tantísimas personas participando, y tantas dedicando su tiempo y talentos para hacer que las celebraciones resultasen un tiempo de fe viva. Desde la gente que, en lo escondido, ya desde hace semanas venía preparando propuestas, materiales, todo lo necesario, a lectores, ministros que se han hecho presentes y han permitido que fluyese cada momento en todas las celebraciones…
Y una gratitud enorme para el grupo de jóvenes que ha animado todas las oraciones y liturgias ayudando a orar a través de la música.
Empieza el tiempo de Pascua. Que sepamos vivir, y llevar a todas partes, la alegría del Resucitado.