Esta noche hemos rezado con «La Visitación», un cuadro de Roger Van der Weyden. La oración dura 45 minutos. Es un tiempo de contemplación y reflexión guiada. En esta ocasión un cuadro -otras veces es una escultura, u otro tipo de creaciones- se convierte en objeto para contemplar. La reflexión permite ir profundizando en la imagen. Las fotos van mostrando detalles. Unas manos, un rostro que parece estar murmurando, el camino, lo que se ve de fondo. Y así, sutilmente, vamos descubriendo infinidad de matices que habían pasado desapercibidos a primera vista. El cuadro habla. Y los personajes expresan una fe viva. En este caso, María e Isabel hablan de salida, de encuentro, de escucha, de fe…
Los personajes se convierten en un espejo en el que nos miramos y descubrimos que también nosotros pasamos por muchos de sus conflictos, anhelos, encrucijadas…
Un ejemplo. Fijarse en el detalle de unas manos: «Tal vez el detalle más conmovedor se encuentre en las manos cruzadas sobre los vientres, indicando que ambas son bendecidas por Dios con la gestación de una vida nueva: a ver si puedo sentir la patada de tu niño, la vida que se está gestando en ti. Escuchar aquí es sentir, y sentir es bendecir. Esa entrañable caricia mutua contrasta con la extrema y quizá, para nuestra sensibilidad postmoderna, menos atractiva seriedad de las miradas, de las cuales todo afecto y sentimiento parecen haberse drenado (pero solo para concentrar todo afecto en el nivel más profundo y duradero de las entrañas).»
La música es el otro elemento que ayuda a orar. Un acompañamiento tranquilo. La flauta, el órgano, el violín, la guitarra, y la voz, todo se combina para acompañar y dejar que, lentamente, la quietud se vaya llenando de sentido.
Ojalá podamos seguir ofreciendo estos espacios para crecer por dentro. Y ojalá mucha gente se anime a disfrutarlos.