Un año más, la bendición del Belén -que tuvimos el pasado viernes 13- se convirtió en una ocasión para el encuentro y la celebración. Pequeños y mayores se juntaron en el templo para dedicar un rato tranquilo a poner sentido y esperanza a una tradición tan bonita como es poner el nacimiento en nuestra parroquia y en nuestros hogares. La celebración tuvo dos partes. En la primera, pudimos hacer una lectura creyente de las figuras del Belén, entonces y hoy. En la segunda, la bendición propiamente dicha del Nacimiento, y también de las figuras que cada uno trajo de sus casas, haciéndolo extensivo a tantos hogares. Todo ello mientras cantábamos villancicos de siempre. Una alegría y una oportunidad para todos.
Aquí compartimos algo de la reflexión de ese día…
Lector 1: Belén es un sitio tranquilo. No es la gran ciudad de Roma, tan llena de gente y de personas poderosas. No es Jerusalén, donde siempre se vive deprisa. No es un lugar enorme, y lleno de muchedumbres. Es un pueblo pequeño, sencillo, olvidado. Así quiso nacer Dios, en un lugar pequeño, discreto y pobre.
Lectora 2: Y así pensamos hoy en tantos sitios pequeños, olvidados, en nuestro mundo, en nuestro país, dentro de nuestras ciudades, sitios que no aparecen en los mapas ni en las noticias. Que no brillan en las fotos ni en las pantallas de los móviles. Pero justo ahí, en lo escondido, y lo pequeño, está Dios.
Lector 1: Allí están los pastores. Míralos. Los pastores, en el tiempo de Jesús, eran los trabajadores menos valorados. Los que habían fracasado en otras cosas. Cuidaban los rebaños de otras personas. Se sentían solos. A menudo estaban tristes, con la sensación de que Dios se había olvidado de ellos. Pero es a ellos a los que primero les van a anunciar: Alegraos. Que ha nacido un salvador.
Lectora 2: Y también a los pastores de hoy. No solo a los que hoy cuidan el ganado, sino a tantas personas que están tristes y cansadas. A tantas personas que se sienten solas. A todos ellos el ángel de Dios vendrá a anunciarles. Os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor
Lector 1: Mira a Herodes en su palacio. Es el rey injusto. Un hombre implacable. Un gobernante egoísta. Es el jefe cobarde, que tiene miedo de que otro rey sea más poderoso.
Lectora 2: Y como él, tantas personas que hoy utilizan el poder para su propio beneficio. Que acumulan riqueza para su único bienestar. Que emplean la fuerza para acabar con el débil. Que alimentan la dureza de corazón para ignorar al pequeño.
Lector 1: Fíjate ahora en los habitantes de Belén. Ahí están, el alfarero y la tejedora, el panadero o el aguador.. El niño Dios está naciendo muy cerca, y ellos distraídos, sin darse cuenta de nada. Incluso el posadero le ha cerrado la puerta.
Lectora 2: Y como ellos, tantos que hoy a lo mejor andamos distraídos, sin darnos cuenta de dónde está el amor, dónde la verdad, dónde el bien, y dónde la belleza.
Lector 1: Ahí, por el camino, ya vienen los Magos de Oriente. Esos reyes sabios que siguen una estrella. ¿Cuánto tiempo llevarán cabalgando? Seguro que muchas semanas. ¿Por qué lo han dejado todo atrás? Porque buscan la verdad.
Lectora 2: Como tantas personas que hoy no se conforman con mentiras. Tantas personas que buscan a Dios. Y que quieren entender el mundo a su manera. Y que son capaces de orar, de formarse, y de cuidar a otros.
Lector 1: Y al final, fíjate en el portal de Belén. Es un establo en ruinas. Ahí está esa Sagrada Familia. Jesús, María y José. Ellos nos van a enseñar lo que es responder que sí a Dios. Sí, Hágase en mí, dijo María. También José aceptó el mensaje del ángel que le habló en sueños. Y Jesús, Dios hijo, va a ser toda la vida obediente a su Padre Dios, para hacer el bien
Lectora 2: Ojalá yo pueda ser también, de algún modo, parte de esta familia tuya, Jesús, como un familiar lejano, pero que aprende de vosotros. Que también yo sepa decir sí, cada día….